«Hablo por quienes ya no están»: Joaquín José Martínez, ex condenado a muerte

Joaquín José Martínez, un comprometido activista contra la pena de muerte que viaja por el mundo compartiendo su experiencia en el Corredor de la Muerte de Florida confiesa abiertamente «yo antes estaba a favor de la pena de muerte, porque creía que era justicia. Hoy sé que no es justicia, sino un círculo de venganza, odio y falta de compasión«.

La historia del primer español y europeo que logró salir del Corredor de la Muerte es la de un sueño que se convirtió en pesadilla y una pesadilla que ahora es testimonio contra la pena capital. A sus 24 años Joaquín José había cumplido el sueño americano: un buen coche, una segunda residencia, dinero, familia, logros que, según recuerda, le hacían arrogante, prepotente y desorganizado. «Yo no sería amigo de mi yo del pasado», reconoce. En 1997, fue acusado injustamente de un doble homicidio y con muy pocas pruebas terminó condenado a muerte.

Esos tres infernales años en los que su familia movió cielo y tierra para que el mundo conociera su caso, le permitieron vivir de cerca el sufrimiento de muchos presos que clamaban por una defensa justa.

«Todos mis compañeros fueron ejecutados. Éramos trece reclusos. Solo yo estoy vivo para contar lo que allí sucedía. Es una bendición cargada de responsabilidad.

Recuerda con tristeza a un condenado con problemas mentales que estuvo 19 años en el Corredor de la Muerte, abandonado por su familia, golpeado por los guardias, sin cartas ni visitas. El preso no paraba de gritar «sáquenme de aquí, soy inocente». Todo ese tiempo pedía con insistencia una prueba de ADN para probar su inocencia. Dos años después de su muerte por cáncer, esa prueba llegaría cuando el verdadero culpable confesó el crimen.

«Se llamaba Frank Lee Smith y él es la razón por la que dejé de creer en la pena de muerte». Fue el único de mis compañeros que estaba seguro que yo sí saldría de allí».

Joaquín José reflexiona hasta qué punto esos años de cárcel le enseñaron a valorar cosas que en otro momento de su vida le parecían insignificantes, como una gota de lluvia o una salida al patio. «No saben las ganas que tenía de ver llover, yo que antes me quejaba de que la lluvia estropeara mi traje».

Esta experiencia tan dura, reconoce, «me cambió completamente, me hizo ver la vida de otra forma» y descubrir gestos de bondad y solidaridad de presos que todos consideraban criminales. «¿Os imagináis cómo se vive esperando el momento en el que te van a ejecutar?, preguntó a los sobrecogidos asistentes en una abarrotada Iglesia Nuestra Señora de las Maravillas donde ofreció su testimonio en el marco de la Jornada Internacional Ciudades por la Vida contra la Pena de Muerte, iniciativa de más de 2,500 ciudades que piden la abolición de la pena capital en el mundo.

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Horas antes, Joaquín José Martínez había dialogado con estudiantes del Colegio La Salle Institución y esta mañana lo ha hecho con un lleno total en la Universidad de La Salle en Aravaca, en un acto en el que también participaron el embajador en Misión Especial para Derechos Humanos, Democracia y Estado de Derecho del Ministerio de Relaciones Exteriores, Guillermo López Mac-Lellan, la vocal asesora de la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores y Globales,Guillermo López Mac-Lellan, así como el director ejecutivo de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, Rajiv Narayan. En la conclusión de la Jornada Ciudades por la Vida en la tarde del 30 de noviembre, Martínez compartió dio su testimonio en el Colegio Mayor Vedruna. En todos estos actos, trasladó la siguiente reflexión a la luz de su experiencia como condenado a muerte y activista contra la pena capital.

Si hay una situación que no nos gusta o nos parece injusta, no basta con criticarla y seguir con nuestra vida. Lo que marca la diferencia es cuando nos movilizamos para cambiar las cosas. ¿Qué hacemos personalmente para cambiar las cosas?

Ciudades por la Vida

Precisamente para cambiar esta injusta realidad y avanzar hacia un mundo sin pena de muerte se creó la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte, de la cual la Comunidad de Sant’Egidio es miembro fundador. Cada 30 de noviembre impulsa la Jornada Internacional «Ciudades por la Vida contra la pena de Muerte» a la que se han unido más de 2.500 ciudades este año.

En tiempos de guerra y ante una cultura del enemigo que hace que la vida humana pierda valor, esta gran movilización social propone una forma más elevada de justicia, en la que la muerte no sea el castigo. De allí que se recuerda que «no hay justicia sin vida».

En 2022, un total de 883 personas han sido ejecutadas en 20 países, lo que supone un aumento de 53% respecto a 2021. Trece de estas personas eran mujeres (12 fueron ejecutadas en Irán y una en Arabia Saudí) y en países como Irán y Estados Unidos, Japón y Maldivas se registran ejecuciones de personas con discapacidad intelectual.

Según datos de Amnistía Internacional, la mayoría de las ejecuciones de las que se tuvo noticia en 2022, se produjeron en China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Egipto, por ese orden. Excluyendo a China como mayor ejecutor del mundo, el 90% de las 883 ejecuciones conocidas tuvieron lugar en tan sólo tres países: Irán, Arabia Saudí y Egipto. Asimismo, en 2022 se reanudaron las ejecuciones en cinco países: Afganistán, el Estado de Palestina, Kuwait, Myanmar y Singapur.

Pese al aumento del número de ejecuciones, un total de 144 países han abolido la pena de muerte en sus legislaciones o en la práctica, lo que supone dos tercios de los países del mundo. En 2022, seis países se sumaron a la lista de naciones que han abolido la pena de muerte en sus legislaciones, cuatro de ellas, Kazajistán, Papúa Nueva Guinea, Sierra Leona y República Centroafricana, la abolieron para todos los delitos, mientras que Zambia y Guinea Ecuatorial solo lo hicieron para los delitos comunes.

Sant’Egidio y la pena de muerte

La Comunidad de Sant’Egidio trabaja a nivel mundial en varios frentes para lograr tanto la moratoria de las ejecuciones como la abolición completa de la pena capital en los países que aún la mantienen. Es un camino que se inició a mediados de los años 90 gracias a la amistad con Dominique Green, un joven afroamericano detenido en Texas que nos mostró a través de sus cartas, cómo es la vida en los Corredores de la Muerte.

Durante más de tres décadas, Sant’Egidio ha estado acompañando a muchas personas condenas a muerte en las cárceles y Corredores de la Muerte, a través de visitas y correspondencia regular. Estar cerca de los periplos judiciales ha permitido entender hasta qué punto esta condena extrema «mata la justicia», ya que muchas veces existen errores judiciales o procesos sumarios superficiales que acaban con personas inocentes ejecutadas por pena capital.

A este movimiento en favor de la eliminación de la pena de muerte se suman cada vez más personas que acompañan a los condenados, instituciones que les apoyan en su defensa y «Ciudades por la Vida» que se movilizan para lograr un mundo libre de pena de muerte.

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Estos actos se han realizado con la colaboración de:

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