El Papa Francisco ha recibido esta semana al fundador de la Comunidad de Sant’Egidio Andrea Riccardi. Han dialogado sobre la protección de los ancianos y la urgencia de abrir corredores humanitarios para refugiados.
Una profunda visión humanista y sapiencial para reflexionar sobre cómo afrontar la muerte en clave evangélica y humanizadora. Toda persona, única e irrepetible, es patrimonio de la humanidad. Los ancianos y los moribundos pueden enseñarnos mucho hasta su último momento. Nadie debería morir solo y olvidado por sus seres queridos.
En Mulanje (Malawi) hace tiempo que Sant’Egidio trabaja para ayudar a los numerosos ancianos solos que viven en las aldeas de los alrededores, abandonados y en situación de extrema pobreza.
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