Sant’Egidio: Las personas sin hogar, un problema europeo: nombres, caras, historias que no hay que olvidar.

Les llaman los nuevos pobres. O los invisibles. Son personas sin casa, los sin techo, que viven en las grandes ciudades europeas. En realidad, como dijo hace poco el obispo auxiliar de Roma centro, monseñor Matteo Zuppi, son visibilísimos: “Son invisibles porque el corazón está en otra parte, las preocupaciones están en otra parte. Pero en realidad creo que son visibles».

De hecho, la presencia de personas que viven por la calle es cada vez más evidente: no solo en el centro de la ciudad, sino por todas partes. Algunos se cubren con cartones, otros duermen en automóviles, probablemente porque no pueden pagar el alquiler. Este es un fenómeno que ha aumentado en el último año en Italia, a causa de la crisis económica. Algunos, gracias a la solidaridad de personas de buena voluntad, pueden vivir en una caravana: son apenas unas docenas de personas en Roma, y ya hay quien protesta, llama a la pobreza «degradación” y estigmatiza la generosidad de ciudadanos que con pocos recursos, pero con inventiva, suplen la carencia de camas en los centros de acogida e intentan poner remedio a la pobreza extrema.

Pero la degradación verdadera consiste en que para muchos de estos hombres y mujeres la vida no solo es dura sino que es dramáticamente breve. Cada año muchos mueren en la calle por el frío, el hambre, el alcohol (ilusorio remedio, muchas veces, al frío y al miedo de las noches en la calle, que en poco tiempo se lleva muchas vidas). O por enfermedades banales, curables si se dispone de un techo o de alguien que ayude.

Como le pasó a Modesta Valenti, que murió en la Estación Termini hace 30 años a causa de una apendicitis. Parece increíble pero no la ayudaron porque estaba demasiado sucia y murió, en el centro de una capital europea, a pleno día, rodeada por docenas de personas.

Desde hace treinta años Sant’Egidio la recuerda y recuerda también por su nombre a todos los pobres sin casa que año tras año han perdido la vida. Durante el mes de febrero y hasta ayer, Sant’Egidio ha celebrado las “liturgias de Modesta”. Después de Roma, se celebró en Génova, Nápoles, Trieste, Padua, Milán, en otras ciudades italianas y en Europa, desde Madrid y Barcelona hasta Varsovia, Kiev, Moscú o Budapest.

Esta liturgia se ha convertido con el paso de los años en una “tradición” que llena las iglesias europeas de pobres: no son personas asistidas, sino hermanos, comensales de la mesa litúrgica. Son miles, los nombres que se han recordado este mes en los altares de muchas iglesias. Cada uno es una historia: a veces es el drama de una soledad que hemos descubierto demasiado tarde, a veces es la historia de una amistad entre la Comunidad de Sant’Egidio y aquel hombre o aquella mujer, que han acabado en la calle, una amistad que ha consolado y aliviado las dificultades más grandes.

Es motivo de consuelo para quien es pobre y no tiene casa; de intensa oración por una vida más generosa para muchos que no han olvidado que, como dice el Evangelio, en los pobres podemos encontrar el rostro del Señor. Pero también es, hay que decirlo, una «revolución espiritual», expresión de una profunda demanda de justicia, para que nadie más muera así.

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Vídeo en recuerdo de la celebración del recuerdo de Modesta, a los 30 años de su muerte (en italiano)

httpv://youtu.be/h9d-MRiEnTc

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