Imágenes y audio de la liturgia «Morir de Esperanza» en Madrid

Murieron intentando alcanzar el derecho a una vida mejor, en travesías suicidas por el Mediterráneo, en rutas terrestres y fronteras peligrosas. Niños, mujeres, hombres, jóvenes, cada uno con su historia y anhelos. Son 2,411 personas que han perdido la vida desde junio de 2018 a junio de 2019, a quienes recordamos el pasado 23 de junio, en la Eucaristía “Morir de Esperanza”, coincidiendo con la celebración del Corpus Christi.

Mencionamos sus nombres y sus historias, porque no son una estadística. Son nuestros hermanos y amigos, son personas que merecen ser recordadas, porque recordándolas también decimos que no podemos mantenernos indiferentes ante semejante drama humano.

Historias desgarradoras, como la de la pequeña Sefora de 13 meses, procedente de Costa de Marfil, que murió por un golpe de mar en las Costas de Gran Canaria, al desatarse el pañuelo en el que su madre la tenía atada a su espalda. Junto a ella tantos nombres como el de Aylan Kurdi, el niño sirio de 4 años que apareció ahogado en una playa de Turquía y que sacudió las consciencias sobre el drama de los desplazados que no encuentran refugio seguro.

El coro Karibu acompañó la Eucaristía con cantos africanos que dieron sentido a una celebración conmovedora, pero llena de esperanza que nos acerca a la realidad de este continente, de donde proceden gran cantidad de los migrantes y desplazados.

 “No podemos acostumbrarnos a tanto sufrimiento evitable, no podemos tolerar que escudemos nuestra comodidad, propagando el miedo al diferente, que blindemos nuestra seguridad sobre la indefensión de nuestros hermanos y hermanas desplazados. No nos podemos acostumbrar. (…) No podemos dejar que la reiteración de malas noticias nos anestesie el corazón. Tantos muertos en el que ya es conocido como el “mare mortum” no nos deben hacer perder ni la capacidad de compasión ni de indignación”, expresó José Luis Segovia, vicario Episcopal para el Desarrollo Integral y la Innovación, quien presidió la Eucaristía.

En su homilía, Segovia subrayó que Dios no olvida a ninguno de los muertos, ni siquiera a los que no nombramos porque no conocemos sus historias ni sus nombres. “Sus vidas, sus historias de sufrimiento, anhelos y esperanzas son preciosas para Dios y por eso también deben serlo para quienes queremos dar testimonio de su pasión por la humanidad”, sentenció.

El Evangelio de la multiplicación de los panes que correspondía a este día permitió a explicar que el Reino de Dios es un lugar de fraternidad y unión, donde todos son invitados, en contraposición a una sociedad injusta, que excluye y segrega.  “Ni siquiera el pan está asegurado para los migrantes que se desplazan por rutas tenebrosas, auténticos titanes de fe, esperanza y audacia”.

 “No solo no son un problema, son nuestra más firme y palpable esperanza, la de Europa y en particular de la Iglesia Católica”, concluyó Segovia.

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Morir de Esperanza 2019

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