El papa Francisco, de visita a Tor Bella Monaca, saluda a los discapacitados, la Escuela de la Paz y a los ancianos de Sant’Egidio

El papa Francisco visitó ayer la parroquia de Torbellamonaca, un barrio de la periferia de Roma, donde fue recibido con entusiasmo por la gente. En la plaza, animada y festiva, había también muchas personas de la Comunidad de Sant’Egidio: los Amigos, los discapacitados que allí, en Torbellamonaca crearon el Museo Taller de Arte Experimental, los Jóvenes por la Paz, y los niños de la Escuela de la Paz, y muchos ancianos.

A lo largo del trayecto que llevaba a la parroquia, el papa Francisco, atraído por la pancarta de la Escuela de la Paz, fue hacia ellos y bendijo a los niños y a los jóvenes.

En la capilla de las Hermanas de Santa Giovanna Antida donde lo esperaban los enfermos y discapacitados, estuvo un buen rato con cada uno. Los Amigos explicaron sobre ellos y la Comunidad: «Aquí en Torbellamonaca tenemos una casa preciosa: vienen los niños, los jóvenes, los ancianos y nosotros, los discapacitados. Estamos juntos muy bien». «Yo era un niño de la Escuela de la Paz, ahora trabajo en la Trattoria degli Amici de Trastevere». El Papa, dirigiéndose a ellos, les dijo: «Les bendigo. Continúen así». Los Amigos regalaron al papa Francisco un cuadro, hecho por una de las artistas (Marianna Caprioletti) que muestra a san Francisco y al lobo de Gubbio: la oración y la misericordia libran a la ciudad de la violencia.

Luego el Papa estuvo hablando con los ancianos. A una de ellos, de más de noventa años, le dijo: «Señora, no diga ‘Soy anciana’. Diga ‘Soy dos veces joven».

Reuniéndose con el Consejo pastoral, en el que participan también adultos y jóvenes de la Comunidad, el Papa dijo: «Anunciemos a Jesucristo con los gestos, también con las palabras, pero primero con los gestos. Con la proximidad… Acérquense. No tengan miedo de la proximidad. No tengan miedo de las caricias: acaricien a la gente, a los enfermos, a quien está solo, también a aquellos que merecen el apelativo de ‘miserables’: acarícienlos, como Dios nos ha acariciado a nosotros. Proximidad, caricias, amor. Y continúen por ese camino. Y gracias, gracias, gracias por cuanto hacen… Y recen por mí… ¿Qué quiere decir eso? Con el corazón acérquense a mí, porque también yo necesito sus caricias y oraciones».

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