11-FEB | Recuerdo de Modesta y de todas las personas que mueren por la dureza de vivir en la calle

Un día como hoy en el invierno de 1983, Modesta Valenti, una anciana de 71 años que dormía en los alrededores de la Estación Termini en Roma empezó a encontrarse mal. El equipo sanitario que debía llevarla al hospital se negó a subirla a la ambulancia porque estaba sucia. Después de horas de agonía, Modesta murió en la calle esperando un auxilio que nunca recibió.

La herida por la muerte de Modesta Valenti marcó profundamente la relación de la Comunidad de Sant’Egidio con las personas sin hogar, una muerte por abandono que se repite muchas veces en las calles de nuestras ciudades, donde las personas sin hogar son discriminadas, ignoradas, rechazadas y muchas veces sufren insultos y ataques violentos. Sin duda, el frío y la dureza de la vida en la calle también matan.

En vida, Modesta Valenti nunca imaginó que su nombre se convertiría en un símbolo de rebeldía contra la injusticia y los muros que separan a quien vive por la calle de quien tiene mejor suerte. Para la Comunidad de Sant’Egidio, esta rebeldía se traduce en un compromiso cotidiano de no abandonar a quien está en dificultad y se expresa de forma concreta en forma de acompañamiento, orientación, alimento, oración y amistad con quienes llamamos cariñosamente nuestros «amigos de la calle».

Al cumplirse 41 años de la terrible muerte de Modesta Valenti, la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid recuerda los nombres e historias de tantas víctimas de la indiferencia, personas que han perdido la vida a causa de la dificultad, la soledad o la falta de respuesta de una sociedad que decide mirar para otro lado o «cambiarse de acera». Recordaremos sus nombres y sus historias el próximo 11 de febrero a las 12:00 en una Eucaristía presidida por el vicario episcopal de la Vicaría VII, Jesús González Alemany en la Iglesia Nuestra Señora de las Maravillas.

El frío, la soledad, la indiferencia y las dificultades de vivir en la calle marcan la existencia de las personas sin hogar. Algunos son jóvenes con problemas, adultos que han perdido el empleo, ancianos que no pueden pagar el alquiler, migrantes que no encontraron acogida, menores no acompañados que cumplieron la mayoría de edad y quedaron en la calle. Cada uno tiene una historia particular que no nos resignamos a dejar sepultada en las aceras de nuestra ciudad, entendiendo que no solo son tragedias individuales sino el reflejo de una sociedad que no defiende lo suficiente a los vulnerables.

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