«La justicia no mata». Testimonios contra la pena de muerte en el Encuentro por la Paz de Sant’Egidio

“No hay justicia sin vida”. Esta ha sido la idea central de la mesa redonda titulada “La justicia no mata. Abolir la pena de muerte”, celebrada en el marco del Encuentro Internacional «Atreverse a la paz», organizado por la Comunidad de Sant’Egidio. Defensores de derechos humanos, líderes religiosos y testigos directos coincidieron en que la pena capital no es disuasiva de los crímenes, sino que por el contrario, destruye la humanidad de toda la sociedad.

Uno de los testimonios más sobrecogedores fue el de Joaquín José Martínez, el primer español que logró salir del corredor de la muerte en Estados Unidos tras demostrar su inocencia. «Pasé tres años esperando mi ejecución. Sobreviví gracias a la fe, al amor de mis padres y al apoyo de personas de todo el mundo», recordó.

Martínez agradeció el respaldo de instituciones políticas, religiosas españolas y de toda Europa, así como de la propia Comunidad de Sant’Egidio, que acompañaron su lucha hasta demostrar su inocencia y salir del corredor de la muerte.

Entré en prisión con dos hijas; hoy tengo siete hijos y cuatro nietos. La familia y la fe me devolvieron la vida.

Los ponentes coincidieron en que la pena de muerte es “la guerra de todo un Estado contra un solo ser humano”. Hoy, 144 países han abolido la pena capital, mientras que 55 la mantienen en su legislación y 15 la aplicaron en el último año.

Sin embargo, las ejecuciones han aumentado drásticamente: de 883 en 2023 a 1.580 en 2024, concentradas principalmente en Irán, Irak y Arabia Saudí, países que concentran el 64% de todas las ejecuciones conocidas. En Estados Unidos, tras años de descenso, las cifras también se han duplicado.

Una tendencia alarmante es el uso de la asfixia por nitrógeno como nuevo método de ejecución en algunos estados de EEUU, como Alabama y Luisiana. Este procedimiento, que provoca la muerte al sustituir el oxígeno por gas nitrógeno, genera una pérdida de conciencia seguida de una agonía prolongada. Se trata de un método tan cruel que incluso está prohibido para sacrificar animales, y cuya aplicación a seres humanos ha sido denunciada por organizaciones de derechos humanos en todo el mundo.

Los participantes afirmaron que la pena de muerte encierra tortura física y mental, y que su existencia revela la imperfección de todo sistema judicial. “Nuestros sistemas de justicia, enfermos y presuntuosos, ni siquiera pueden distinguir entre inocentes y culpables. Un solo error los hace irreversibles”, advirtió Mario Marazziti, de la Comunidad de Sant’Egidio.

Asimismo, el papa León XIV recordó recientemente que no puede llamarse “provida” quien defiende la pena de muerte:

“Quien dice: ‘Estoy en contra del aborto’, pero dice: ‘Estoy a favor de la pena de muerte’, no es verdaderamente provida”. “Del mismo modo, quien dice estar en contra del aborto, pero acepta el trato inhumano a los inmigrantes, tampoco lo es”.

Para Enza Pellecchia, representante de Soka Gakkai Internacional, aceptar la pena capital “envía un mensaje devastador: que algunas vidas valen menos que otras”. Recordó que la justicia verdadera “no castiga ni elimina, sino que educa y transforma”.

Por su parte, Debra Wallace-Padgett, presidenta del Concilio Metodista Mundial, subrayó la necesidad de apostar por la justicia restaurativa, centrada en la reparación y la reconciliación. “El perdón es esencial al Evangelio: no solo el perdón de Dios, sino también el que ofrecemos a los demás, así como nosotros mismos hemos sido perdonados”, concluyó.

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