Fiesta de fin de curso en la Escuela de Lengua y Cultura: una familia que crece con fraternidad
Cuando Mamadou, de Senegal, llegó a Madrid, buscaba un lugar donde aprender la lengua y la cultura española, pero encontró mucho más: una familia a miles de kilómetros de casa. “Ya no estoy solo en Madrid, aquí también tengo una familia”, compartió con emoción. Sus palabras reflejan el verdadero espíritu de la Escuela de Lengua y Cultura Española de la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid, que este fin de semana celebró la entrega de diplomas del curso 2024-2025.
Fue una jornada alegre, de convivencia y muchas palabras de agradecimiento profundo, por parte de alumnos y alumnas procedentes de Sudán, Sudán del Sur, Marruecos, Filipinas, Senegal, Libia o Costa de Marfil, entre otros. Más que la enseñanza de la lengua y cultura española, a lo largo del año los estudiantes han dejado en Madrid sus semillas de paz, a través de la convivencia y la amistad, que es un reflejo de lo que puede ser un «mundo de hermanos», donde la diversidad es riqueza y crecimiento.
Beatriz León, una de las responsables de la Escuela, expresó:
“Hoy no solo terminamos un curso. Mirando vuestras caras, veo mucho más que estudiantes: veo una familia que se ha construido en lo cotidiano, con gestos pequeños pero profundos”.
Durante la graduación se recordaron momentos entrañables que han ido construyendo esa familiaridad: los amigos musulmanes ayudando a preparar la comida de Navidad con cariño como si fuera una fiesta propia, el final del Ramadán y la Pascua que celebramos todos juntos, la excursión al parque de El Retiro, que son vivencias que construyen fraternidad con gestos concretos.
Las palabras de algunos alumnos resumieron este espíritu de acogida. Duaa, de Sudán, dio las gracias por “el tiempo, la alegría y la vida compartida”. Por su parte, Sami, también de Sudán, expresó:
“Esta escuela no solo nos enseñó el idioma español, sino algo aún más valioso: el verdadero significado de la humanidad. Con vosotros hemos sentido la calidez en el trato, la sinceridad en la intención y la profundidad en el mensaje”.
Estos testimonios muestran que esta escuela es también un hogar donde cada persona encuentra su lugar, su voz y una comunidad que le acompaña.
Durante la entrega de diplomas también recordamos a Floribert Bwana Chui, joven congoleño de Sant’Egidio beatificado por su testimonio de honestidad y fe frente a la corrupción. “Su vida nos enseña que hacer el bien es siempre posible, incluso cuando es difícil”, recordó Beatriz, animando a todos a continuar caminando con esperanza.
La jornada concluyó con un brindis, entrega de diplomas y una gran merienda compartida. Porque en la Escuela de Lengua y Cultura de la Comunidad de Sant’Egidio, el idioma abre puertas, pero la fraternidad transforma vidas.
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